El 80% de las mujeres con discapacidad de España son víctimas de violencia y tienen un riesgo cuatro veces mayor que el resto de mujeres de sufrir violencia sexual
Con motivo del 25 de noviembre, día contra la violencia de género, la Asociación de mujeres y niñas con discapacidad de Almería, LUNA, entidad miembro de la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad, se ha unido al manifiesto elaborado por FAMDISA, la Federación andaluza de la que forman parte y a través del cual reivindican la necesidad de que la estadísticas oficiales tengan en cuenta las cifras de las mujeres con discapacidad víctimas de algún tipo de violencia.
María Jesús Pérez, presidenta tanto de LUNA como de FAMDISA explica que a través de las asociaciones se llevan a cabo estudios que desgranan cifras verdaderamente escalofriantes que no son tenidas en cuenta en las estadísticas oficiales.
“Por ello pedimos a las administraciones un registro oficial de recogida de datos donde se puedan consultar los casos de niñas y mujeres con discapacidad víctimas de violencia de género”, afirma Pérez, “a partir de los cuales se puedan configurar una red de recursos que atienda sus necesidades” añade María Jesús.
MANIFIESTO 25N
Hoy, 25 de noviembre de 2022, lamentablemente, como cada año, tenemos que volver a manifestarnos contra la violencia de género. Pero en esta ocasión, desde LUNA, nos gustaría centrarnos en expresar las razones, por las que es necesario visibilizar la violencia ejercida hacia las mujeres con discapacidad.
¿Por qué? Porque no existe el concepto mujer, sino mujeres. Porque hay tantas circunstancias como mujeres existen en el mundo. Porque es necesario visibilizarlas todas para crear recursos adaptados a cada situación para que funcionen. Porque lo que puede servirte a ti, puede no valerme a mí. Porque lo que no se nombra, no existe. Porque hay que tener en cuenta la discriminación intersectorial. Porque la sociedad, bajo su visión estereotipada, no trata a todas las víctimas de abuso por igual. Porque las barreras mentales son, incluso más discapacitantes que las físicas.
Porque somos más de la mitad de total de la población mundial y todavía hay decisiones que nos atañen a nosotras y a nuestro propio cuerpo, para las que no se cuenta con nuestra opinión. Como la violencia obstétrica, el no poder disponer ni gestionar de nuestros propios bienes, la incredulidad eterna camuflada bajos conductas protectoras y paternalistas, la infantilización, invalidación. Porque estamos cansadas de que no nos crean, de que se utilice nuestra discapacidad para ejercer violencias múltiples, y seguir justificando relaciones de poder asimétricas, cuyo fin último, es el sometimiento de las mujeres y control de nuestros cuerpos. Porque tenemos mayores dificultades de acceso a la educación y al mercado laboral, lo cual conlleva un menor grado de independencia y control de nuestra propia economía. Y sobre todo, la inexistencia de un sistema de registro oficial de recogida datos en España, donde se puedan consultar los casos de niñas y mujeres con discapacidad víctimas de violencia de género y las denuncias que se interponen o las que se retiran.
Del porcentaje de personas con discapacidad o con alguna limitación en España, el 58,6% son mujeres (INE. Encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia, 2020). De ellas, el 80% es víctima de violencia (Parlamento europeo 2004) y tiene un riesgo cuatro veces mayor que el resto de mujeres de sufrir violencia sexual. El 70,3% ha buscado ayuda en su entorno por haber sufrido violencia sexual (Macroencuesta de violencia contra la mujer, España 2019).
Esto se traduce en que la violencia de género esté directamente relacionada con la salud. Por un lado, las mujeres con problemas de salud o una discapacidad indican una mayor prevalencia de varias formas de violencia (Encuesta de violencia de género de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, 2014) pero por otro, el 43,7% (Macroencuesta de violencia contra la mujer, España 2019) de las mujeres con discapacidad, ha sufrido lesiones como consecuencia de violencia física. Además, las mujeres que sufren violencia física y/o sexual por parte de su pareja, pueden llegar a padecer un 60% más de enfermedades de carácter físico, entre otras (Cuaderno para la salud de las mujeres nº 02. IAM, Consejería de igualdad, Políticas sociales y Conciliación). Por lo que la discapacidad puede ser previa a la violencia de género o consecuencia posterior de la misma, siendo un factor de riesgo para enfermar, tal como se refleja en el Convenio de Estambul (2011):
“La violencia contra la mujer es una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, designando todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica”.
Esto ocurre, de igual modo con la violencia vicaria, muchas de las personas a cargo de las mujeres que sufren este tipo de violencia son asesinadas o pueden adquirir una discapacidad derivada de la misma. Por todo ello, consideramos de urgencia visibilizar la violencia de género en las mujeres con discapacidad. Porque existimos, porque estamos vivas, o desgraciadamente, ya no. Porque tenemos que ocupar también los espacios y participar en ellos para que nuestra opinión cuente, tejer redes de apoyo acabando con la soledad y el aislamiento, tener igual acceso a los recursos para poder hacernos dueñas de nuestras vidas y poder salir de las situaciones discriminatorias y de violencia ejercida en muchos casos de la mano de nuestros propios cuidadores.
Para que esto se traslade a una igualdad real, reivindicamos:
- Formación específica a agentes intervinientes con víctimas de violencia de género de los diferentes organismos. Con el objeto de que conozcan la especial vulnerabilidad de mujeres y niñas con discapacidad y puedan ofrecer servicios con una adecuada calidad profesional y de trato. Reciclándose de manera continua para conocer nuevos tipos de violencia como la digital, acogiéndonos así a la Ley andaluza 7/2018, de 30 de julio, por la que se modifica la Ley 13/2007, de 26 de noviembre, de medidas de prevención y protección integral contra la violencia de género.
- Que se nos haga visibles desde los diferentes espacios, reuniones y eventos por parte de la Administración pública de Andalucía, como congresos, jornadas, estudios, etc., para que se escuche con nuestra voz.
- Elaboración de medidas específicas que trabajen la violencia de género contra las mujeres con discapacidad en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género
- Educación en igualdad y en cómo establecer relaciones sanas desde edades tempranas, en centros educativos. -Campañas de concienciación social y que impliquen en la causa a toda la sociedad. -Políticas de participación en materia de mujeres de discapacidad en las que ellas sean las propias protagonistas. -Establecimiento de protocolos específicos para la detección temprana y prevención de estas formas de violencia.
- Estudios para obtener datos de fuentes oficiales sobre violencia de género segregados por colectivos como mujeres con discapacidad, mujeres rurales, etc.
- Políticas participación mujeres con discapacidad (relaciones sociales, ocupar espacios). -Recursos específicos para mujeres víctimas de violencia de género adaptados a mujeres con discapacidad.
- Elaboración y puesta en marcha del II Plan de Mujeres y Niñas con discapacidad de Andalucía,
- Reserva de cupo real en la educación y el mercado laboral para mujeres con discapacidad.
Así que, hoy 25 de noviembre, como cada año, no tan lamentablemente, porque estamos aquí unidas, sigamos sumando juntas. Visibilizando todas las realidades para erradicar la violencia de género.
Porque “lo personal es político” y “ninguna es libre hasta que todas lo somos”.